martes, 22 de noviembre de 2016

INMERSIÓN PROFUNDA EN LA GESTIÓN VISUAL DE TOYOTA

by Andrew Quibell
November 22, 2016

En un bosquejo anterior, introduje el enfoque de Toyota para la gestión visual, o Sistemas de Gestión Visual del Piso (FMDS - Floor Mangament Display Systems), incluyendo los seis elementos de la creación de FMDS. Ahora es el momento para una inmersión más profunda en esos seis elementos y explorar cómo su acercamiento garantiza una visualización eficaz del piso con mensajes convincentes.

En Toyota todo comienza con la visualización de los estándares. Si ha implementado lean correctamente, las anomalías dentro del proceso deberían ser automáticamente más visibles y aparentes, es decir, un flujo desequilibrado o un punto de quiebre en la producción. Conducir la reunión diaria y revisar la cadencia asegura que estas anomalías se aborden y reaccionen en tiempo real para volver a las condiciones de operación estándar rápidamente.


Entonces usted quiere mirar sus sistemas y prioridades - ¿se alinean con sus objetivos hoshin? ¿Está realizando PDCA todos los días (mejoras incrementales)? ¿Y qué priorizan sus sistemas? (En Toyota, las principales prioridades de un FMDS para abordar son generalmente la seguridad, la calidad, el bajo costo y el corto plazo de tiempo).

Los elementos restantes en mi bosquejo profundizan  los temas importantes de la gestión por secciones y grupos, la reflexión, la atención a los indicadores clave de rendimiento (KPIs) y la disciplina para perseguir kaizen diario, enseñar A3 pensamiento y, más crítico de todos, gestionar sus puntos de cambio.

Echa un vistazo a mi animación para reforzar mi mensaje.


Y una vez que haya revisado el boceto y la animación, hágase esta pregunta: ¿Qué puedo hacer ahora en función de lo que he aprendido a poner en práctica, si no todos, en mi organización?





EL MILAGRO JAPONÉS "KAIZEN"

BY GRUDIZ - 2016-11-07

Hoy hablaremos del concepto arraigado en Japón dirigido a la mejora de la productividad. Se trata de Kaizen, una forma de gestionar las organizaciones que requiere la implicación de toda la organización, desde la base hasta la dirección.

La traducción más común que se utiliza para definir de esta palabra es “mejora continua” o “gradual” y tiene mucha relación con los ciclos de calidad que tradicionalmente han propulsado a las empresas japonesas hacia el éxito.

Pese a parecer una filosofía moderna lo cierto es que se trata de un pensamiento muy arraigado en Japón que dicta que cada día se debe mejorar en algo, sea lo que sea. La mejora debe estar ahí y producirse de manera constante.

Aplicado a una empresa supone mejorar la eficiencia de los procesos aunque sea de manera básica, sin buscar grandes cambios pues estos llegarán y se implantarán de manera gradual.

La filosofía Kaizen se unió a los procesos de calidad y racionalización del trabajo durante la ocupación americana en los años 50. En 1954, tras la realización de unos seminarios sobre calidad dados por Joseph M. Juran y la visita años antes de Deming, se utilizaron los conceptos aportados por los americanos para reconstruir su industria, destruida en la segunda guerra mundial. Los términos fueron implantados bajo la denominación “Administración Kaizen”. Desde entonces se puede hablar de un proceso de calidad Kaizen que se extiende hasta los controles de calidad total o TQM.

Las empresas que utilizan el sistema BASOIG cuentan con un personal involucrado con los objetivos organizacionales que, mediante la filosofía Kaizen, se preocupan por llevar las mejoras a su puesto de trabajo. El que graba datos, por ejemplo, buscará maneras más eficientes de hacerlo y no solo se preocupará de hacerlo de forma mecánica. Se basa en algunos principios como son:

Disciplina
Círculos de calidad
Eliminación del desperdicio
Sistema de sugerencias
Seiketsu (limpieza)
Seiton y Seiri (orden)
Mediante la acción local de cada trabajador y responsable se alcanzan mejoras cuantiosas para la organización cuando se estudia de forma global. Algunos de estos cambios pueden resultar fundamentales para ser competitivos y mejorar los resultados económicos mediante la reducción de costes. Kaoru Ishikawa (que entre otras cosas opinaba que la educación era la raíz de la calidad) fue uno de los grandes impulsores de los sistemas de calidad en Japón que terminaron siendo un referente incluso para la economía americana que le dio origen.

Por ejemplo, Deming introdujo su ciclo de mejoramiento continuo que fue aceptado y evolucionado en Japón mediante el PHRA (planificar, hacer, revisar y actuar). Realmente lo que hicieron fue tomar un término destinado a las empresas y lo aplicaron a la organización de todo un país para ser utilizada bajo cualquier circunstancia.

Actualmente en nuestra sociedad nos referimos al Kaizen como una técnica de gestión de cambios que requiere disciplina y compromiso a largo plazo por parte de los empleados por lo que no siempre es un sistema fácil de implantar. Incluso nos referimos a este término como acciones puntuales a corto plazo cuando la filosofía en sí es permanente y gradual.

“Un viaje de mil kilómetros comienza con un solo paso.” Lao Tzu

En pequeñas organizaciones como pueden ser las pymes puede ser más sencillo lograr personas implicadas con la empresa aunque sea por los efectos de la propia dimensión de la organización. Se ha aplicado en éxito en muchas empresas asentadas en España como son Celestica, Bosque Verde y el Grupo de viajes Gheisa tal y como podemos leer en esta fuente. Su aplicación es perfectamente posible en pymes siendo su mayor dificultad la propia cultura y mentalidad española, que requiere de un esfuerzo extra por parte del empresario y los trabajadores.

En un proyecto real el método Kaizen podría lograr reducir los tiempos ociosos de la maquinaria, acortando los procesos productivos y sus costos así como logrando el aprovechamiento máximo del espacio para aumentar la utilidad del mismo.

Otro ejemplo de lo que supone esta filosofía japonesa respecto a la cultura española, y que por tanto marca una importante diferencia productiva, es que los problemas no se gestionan como “culpa de…” sino como “warusa-kagen“, es decir, no son errores sino cosas que no funcionan del todo bien. Este matiz resulta ser una gran diferencia pues no se busca al culpable sino que se agradece encontrar aquello que ahora podrá ser mejorado.

De ahí nació el Diagrama de Ishikawa destinado a buscar los factores de los problemas a solucionar y la aplicación de análisis Pareto para clasificarlos y hallar soluciones. Se promueve la comunicación interna para que sean los empleados, culpables o no, los que expongan los problemas para que puedan ser resueltos. Sin castigo, se agradece la ayuda prestada con lo que se mejora esta comunicación y la resolución de problemas.


¿Notas alguna diferencia con nuestras empresas? Recuerdo que con esto lo único que pretendo es que reflexionemos sobre los porqués de nuestra competitividad respecto a otros países del mundo, en este caso Japón. Igual que hablo de estas herramientas os puedo asegurar que hay muchas cosas de la sociedad japonesa que no me convencen nada, pero eso queda fuera del debate. Del Kaizen estoy seguro que podemos extraer cosas interesantes.

martes, 1 de marzo de 2016

SUPERIORIDAD DEL LEAN MANGEMENT EN TODOS LOS ASPECTOS


Published: 02 June 2014, Written by Lluis Cuatrecasas


Cuando un nuevo modelo de gestión aparece como consecuencia de la necesidad de competir en un sector, pero con muchos menos recursos que las empresas que operan en él, el modelo en cuestión ha de ser forzosamente mucho mejor y más eficiente y competitivo. Además, si las empresas que componen el sector basan precisamente su eficiencia en una fuerte inversión en recursos productivos, todavía tiene más mérito lograr competir con ellas, si no se puede efectuar tales inversiones. Este fue el caso del sistema que desarrolló Toyota, como muy bien saben los que han leído mis artículos.

Sin embargo, no debe sorprendernos que Toyota lo consiguiera, si nos detenemos a analizar la impresionante capacidad que tuvo para detectar todos los aspectos que suponían improductividades en la operativa de las empresas contra las que competía, para luego plantear magistralmente la forma de neutralizarlos proponiendo un enfoque completamiento distinto para el planteamiento de su nuevo modelo de gestión, superando las reticencias que tenía al respecto la mentalidad tradicional y, finalmente, trabajar denodadamente para desarrollar las nuevas herramientas que harían posible el nuevo modelo (que fueron muchas) y, sobre todo, superar los graves problemas que se iban encontrando al tratar de hacerlo. Es evidente que no fue fácil, tan evidente como que no podía serlo.

El punto de partida nos es ya conocido: había que competir con muchos menos recursos financieros, lo que dejó establecidos los objetivos fundamentales. Para sortear este impresionante obstáculo que desafiaba las leyes de la economía al uso (si se pretende una fuerte rentabilidad, hay que invertir mucho en medios que permitan alcanzarla), había que reducir drásticamente el capital fijo y el capital circulante invertido … pero sin pérdidas de productividad en relación con la de la competencia. ¡Había que estar simplemente loco para pensar que esto era posible!

En cualquier caso afrontaron el desafío y decidieron que la manera de reducir drásticamente las inversiones en capital fijo, era operar en pequeñas cantidades de producto, lo que permitiría operar con máquinas sencillas y de poca capacidad, mucho más baratas y, por otra parte, para reducir de forma asimismo drástica la inversión en capital circulante había que recuperarlo muy rápidamente para poder reinvertirlo, lo que implicaba nuevamente producir en pequeñas cantidades (poca inversión en materiales, horas, energía, etc.) y que el producto avanzara rápidamente y sin detenerse hacia el cliente, convirtiéndose así el lead time, en un objetivo fundamental. Obsérvese que hay un aspecto que aparece como clave para reducir ambos tipos de capital invertido: que la producción se lleve a cabo en pequeñas cantidades, lo que convierte esta exigencia en algo realmente importante. Así pues, se lograría una gran reducción en ambos tipos de capital a invertir, si la operativa se ajustara a:

PRODUCIR PEQUEÑOS VOLÚMENES DE PRODUCTO QUE AVANCE SIN PARAR HACIA EL CLIENTE

Pero la exigencia de que el producto avanzara de forma ininterrumpida exigía, a su vez, que los procesos de producción operaran en:

FLUJO REGULAR Y CONSTANTE, AVANZANDO EL PRODUCTO UNIDAD A UNIDAD 

Si analizamos esta propuesta, llegamos a la conclusión de que se trata de un punto de partida que suponía, en efecto, un enfoque completamiento distinto del tradicional, que operaba con grandes volúmenes y de forma que el producto estaba casi siempre parado. Además, para Toyota operar a gran escala era algo muy arriesgado por el peligro de no vender toda la producción, sobre todo en el momento en que la economía dejara de crecer (como se ha demostrado con la llegada de las crisis).

Sin embargo, la propuesta de Toyota suponía enfrentarse a los primeros problemas derivados de “salirse del guión” en forma de pérdidas flagrantes de eficiencia, fruto de contravenir la operativa tradicional, que tan cuidadosamente había logrado evitar tales problemas: producir en pequeñas cantidades implicaba mucho tiempo perdido en preparaciones de los procesos (que podían llegar a estar parados más tiempo que produciendo) y, la exigencia de que el producto no parara y avanzara unidad a unidad, supondría muchos transportes y manipulaciones, para que cada unidad de producto no hubiera de esperar a que otras estuvieran ya procesadas.

Pero, por si esto fuera poco, con el nuevo planteamiento de Toyota, se perdía la posibilidad de incurrir en costes muy bajos aprovechándose de las economías de escala, algo que Henry Ford había puesto de manifiesto de forma indiscutible, cuando con la producción a gran escala logró que su Ford T bajara su precio desde importes inasequibles para la inmensa mayoría de la población estadounidense, hasta la muy asequible cantidad de 200 dólares.

Ciertamente, la drástica reducción de inversiones que suponía la propuesta de partida de Toyota ya citada, implicaba una nada despreciable reducción de costes básicamente financieros, pero aún así había que encontrar el enfoque de la operativa del sistema productivo, que permitiera alcanzar muy bajos costes y, con ello, una elevada productividad, pero «más allá de la producción a gran escala» en palabras del propio Taiichi Ohno. Y todo ello, por supuesto, respetando la propuesta básica de producir a pequeña escala, un producto que no parara.

Ahí es donde surge la idea del valor, como elemento clave del sistema para alcanzar la que sería su elevada eficiencia: toda actividad desarrollada en la producción tiene un coste, pero éste solamente podría recuperarse si el cliente la valora y, con ello, estuviera dispuesto a pagar por ella. Así pues había que evitar que la operativa de los procesos incluyera actividades que no aportaran valor para el cliente, a las que ya nos hemos referido en anteriores artículos y que constituyen unos de pilares fundamentales del sistema desarrollado por Toyota: losdesperdicios o waste[1].

Si tenemos en cuenta que estas actividades pueden llegar a ser fácilmente el noventa por ciento del total de las que componen un proceso operado de forma tradicional, comprenderemos fácilmente que los proceso diseñados y organizados para evitarlas pueden conseguir grandes reducciones de costes, incluso mucho más espectaculares que las economías de operar a gran escala. Pero, una vez más, este no habría de ser un camino de rosas, ya que en este “nadar contra corriente” que supusieron las propuestas del sistema de Toyota, aparecieron nuevos y graves problemas a superar. 

Sin embargo, hay que admitir que esta propuesta, además de permitir una reducción de costes y aumento de la productividad elevados, estaba totalmente en línea con el objetivo fundamental el sistema de Toyota: reducir ellead time al máximo. En efecto, si se eliminan actividades (que no aporten valor) de un proceso, este se acorta y termina más rápido. Además, las exigencias básicas del sistema para reducir al máximo el capital necesario, que recordemos eran “producir pequeños volúmenes de producto que avance sin parar hacia el cliente (es decir en flujo regular y unidad a unidad)”, suponen operar en ausencia de desperdicios, en forma de sobreproducción (inherente a los grandes volúmenes) y esperas (un paro en toda regla) y stock (producto que se halla parado por una razón u otra), entre otros. 

Para completar esta identificación de los desperdicios con el objetivo de reducir el lead time, recordemos que todos ellos sin exclusión comportan pérdidas de tiempo y, con ello, alargamiento del lead time: la sobreproducción porque el producto deberá esperar hasta que se encuentre el cliente que pagará; el sobreprocesamiento, porque el consumo adicional de recursos que supone, implicará con toda probabilidad un tiempo adicional; el stock, porque supone un material o producto parado en su camino hacia el cliente final; el transporte, porque en si mismo es un tiempo intercalado en el proceso de adición de valor, lo mismo que los movimientos que requieran los trabajadores; finalmente, el reprocesado supone alargar los procesos hasta lograr que el producto sea conforme.

Por tanto, si el lead time es el objetivo principal del sistema de gestión desarrollado por Toyota, los desperdicios o waste son el instrumento que ha de permitir construirlo con la garantía de cumplir con este objetivo y desarrollar un modelo altamente eficiente y competitivo, sin necesidad de recurrir a las economías de escala, una verdadera arma de doble filo.

Por tanto ahora habríamos de centrarnos en los desperdicios, partiendo de la conocida clasificación en siete tipos, para evidenciar la verdadera dimensión de la enorme superioridad del Lean Management que, como sabemos, se ajusta a la operativa desarrollada por Toyota.

De momento, dejaremos constancia de la importancia especial de dos de ellos: la sobreproducción, porque da lugar a que aparezcan todos los demás, y el inventario o stock, porque aparece cuando tiene lugar cualquiera de los otros seis, como consecuencia de los mismos, hasta el punto de que si se eliminan todos ellos, el stock en proceso desaparece. Para entenderlo mejor, pondré un ejemplo de servicios (dado que estamos justificando la superioridad del sistema que desarrolló Toyota, puede parecer que hablamos solo para el mundo industrial): en una consulta médica, se forman colas de clientes cuando se funciona con un método deficiente (sobreproducción), cuando se producen fallos y hay que esperar a que se subsanen (reprocesado), cuando existen actividades cuello de botella (esperas), cuando los procesos no están bien conectados (desplazamientos de los clientes –el producto, en este caso– o los trabajadores), etc. En la medida que desaparecen estas deficiencias, desaparece el stock intermedio. 

No se extrañen pues, de la frase tan dura que tenía Toyota para con el stock: «el stock es la medida de la incompetencia de la dirección de un sistema productivo».

Así pues, en mi próximo artículo, procederemos a analizar cómo puede construirse un sistema altamente eficiente y competitivo eliminando los siete tipos de desperdicio, no sin antes justificar el por qué Toyota consideró cada uno de ellos como algo a evitar porque no añaden valor (pero sí coste). 





[1] Como el lector sabrá, hay actividades que no aportan valor para el cliente y que este también está dispuesto a pagar por ellas y no se catalogan como desperdicios: aquellas que no se ha descubierto aún cómo evitarlas. Sería, por ejemplo, el caso de los transportes de productos hasta el cliente, si este se halla a varios kilómetros de distancia. Cuando se encuentre la forma de evitar una actividad de este tipo, habrá que replantear el carácter de la misma, algo que en parte ya ha ocurrido, con los libros, planos, proyectos, películas o fotografías, que actualmente se pueden enviar por Internet y no requieren necesariamente un transporte físico.